Hay quien dice que lo que empieza mal, acaba
mal…
Yo tengo una historia que no condice con esta
afirmación.
Era el mes de septiembre, llegaba mi
cumpleaños y decidí ir a pasarlo sola a Federación. A las termas de Federación,
en Entre Ríos. Estaba más que feliz con mi decisión y entusiasmada, comencé con
todos los preparativos.
Partí un sábado a la noche. Ya me fui
nerviosa, porque quería dejar toda la casa en perfecto orden y como me suele
suceder antes de algún viaje, siempre haciendo todo a último momento, no pude dejar mi casa en perfecto orden. Y en
lugar de relajarme al respecto, ya que al fin y al cabo es solo desorden, partí como loca, en profundo estado de
nervios.
Llego a la terminal de ómnibus. Busco el
código de mi ticket para viajar, y hete aquí que me lo había olvidado en mi
agenda. En la agenda que iba a llevar al viaje, pero que a último momento
decidí dejar en casa. En la casa en desorden… Casi me agarra un ataque
epilepsia (y no soy epiléptica) Le digo al chico de la ventanilla que me deje
entrar a su cubículo para enchufar mi compu (que era nueva y la llevaba a mi
viaje para comenzar a escribir mi futura novela) y así poder entrar a mi casilla de e-mail a
rescatar el código de viaje. En una laguna de nervios suculenta, lo pude
rescatar, lo entrego en la ventanilla y me dan mi pasaje. A todo esto ya
bastante desesperada, porque el cole salía a las 23 y 50, y ya eran las 23 y
55. El chico de la ventanilla, que era un dulce, me dijo que me quede tranqui,
que el cole estaba retrasado. Mas relajada, voy a esperar el colectivo a la
explanada 8.. y resulta que no encontraba mi equipo de mate. No soy nada sin mi equipo
de mate. No existo sin mi equipo de mate. Vuelvo corriendo a la ventanilla, y
le digo al afable muchacho, “¡¡Perdí mi equipo de mateee, perdí mi equipo de
matee!!” Entro al cubículo, como loca buscándolo… y no estaba. Salgo, mirando
para todos lados, pensando quien me la había robado.. Y una mujer que estaba
sentada en uno de los bancos de la terminal me dice: “Lo tenés colgado del hombro” Tenía mi equipo de mate colgado en mi hombro…
Le dije a esta mujer “Graciasss…” como si me hubiese entregado la formula perfecta
de la eterna juventud. Saludé al muchacho de la ventanilla, que me miraba
divertido, y me fui a esperar el cole. Que por suerte llegó bastante retrasado.
Subí al transporte, contenta de que comenzaba
mi viaje, y me di cuenta que no había llevado abrigo. Me di cuenta cuando me
empecé a congelar. Abrí el bolso y me
puse lo que encontré, que de todas maneras no era abrigo. Me puse
medias, una camiseta, un saquito finito…en fin, lo que encontré para tratar de
no petrificarme en el camino. Y comencé a auto flagelarme a mi misma, preguntándome
que porque no lleve abrigo, que como lo voy a dejar arriba de la cama, etc. Y así,
hasta que me dormí.
A la
mañana siguiente llegué a Federación. Ya el solo hecho de llegar me otorgó una
felicidad inmediata. Como llegué temprano, tuve que esperar un ratito antes de
tomar el desayuno, y mientras me preparaban la habitación, me fui a dar una vuelta
por el lugar. Allí me compré una ruana de lana roja que me mantuvo calentita
durante todo mi viaje y estadía. Estadía que por otra parte fue maravillosa.
Pasé uno de los mejores cumpleaños de mi vida. Con la mejor compañía que uno
puede tener, que es uno mismo. Fui tan feliz durante esos tres días, que jamás
los voy a olvidar y que por supuesto merecen ser parte de otra crónica.
Por lo tanto, algo que comenzó mal, que
comenzó con percances, nervios y
desatinos, terminó siendo una de las
experiencias más gratificantes de mi vida.
Y hay otro dicho que dice “Lo que termina
bien, estuvo bien”
Bueno, me quedo con ese. Besos y hasta la
próxima!!!